martes, 6 de diciembre de 2011

GauchosGauchosGauchos


“Cada hombre lleva en sí mismo
un mundo compuesto por todo aquello que ha visto y amado,
adonde continuamente regresa,
aun cuando recorra y parezca habitar un mundo extraño”

(Chateaubriand, Voyages en Italie)


Pobladores rurales en medio del monte, a veces agrupados en parajes, a veces en solitario. Algunos viven en familia, los que tienen una escuela cerca, lo que permite que el grupo familiar no se disuelva. Otros, incluso niños, viven solos en un rancho de adobe criando vacunos a monte abierto, buscando agua y comida para los animales antes que para ellos. Los hombres andan a caballo, con sombrero de ala doblada al frente y guardamonte, muchos sostienen la soga del sombrero con la nariz. Andan siempre con perros, que los ayudan a arriar a las vacas. Son de gestos duros, cuerpos azotados por el sol y la intemperie, dientes manchados por el agua. Las mujeres son fuertes, acostumbradas al trabajo del puesto y de los animales pequeños. Todos los niños y niñas trabajan, en el puesto o en el monte. Se dispersan por una extensa región semiárida de la provincia más pobre de la Argentina. Son imperceptibles, están mayoritariamente lejos de caminos o rutas circuladas. No tienen luz, ni agua, ni caminos, tampoco posibilidad de comunicarse por teléfono. Hablan fuerte, como gritando, se ríen mucho, les gusta contar historias. Se autodenominan “criollos”, son la población rural no aborigen del oeste formoseño y el objeto de estudio de este trabajo.
(Fragmento de "Raros espacios reticulares" ponencia presentada en el Congreso de Antropología Social la semana pasada)

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