viernes, 20 de abril de 2012

Cama Afuera


Ese día habían hecho 50 grados en el oeste formoseño, no se consigue hielo ni en Juárez. Las botellas congeladas por $ 2 que nos estaban haciendo tirar un poco más el agua, hoy escaseaban. Los freezers no llegan a enfriar por los reiterados cortes de luz en la zona. No entendemos bien donde estar, si en este cuarto rentado sin aire, si en la camioneta en movimiento o debajo del agua.
Había que esperar que Lidia terminara el pedido para llevarnos. A las 19 salimos de Juárez, cargadas de pan, gaseosas y verduras para acompañar la invitación. Hace varios años que trabajo por este lugar y es la primera vez que los wichis me invitan a comer. No podemos fallar. ¿Asado de fin de año en la comunidad?
Después de 2 horas de camino de tierra llegamos a la comunidad. Habían matado 5 chivitos y los estaban cocinando al horno de barro o mejor dicho al tacho de barro: horno fabricado con un tacho de 200 litros cubierto de barro. Nosotras hicimos las papas, cenamos en familia. Tomamos coca porque en la comunidad esta prohibido el alcohol.
Se hacía tarde, no sabíamos que hacer, si volver en medio de la madrugada a buscar algún hospedaje, cualquiera (Juárez o Los Blancos) a dos horitas de distancia de monte, o tirarnos un rato en la camioneta hasta que aclarara y ahí salir. Tampoco queríamos incomodar a nuestra comunidad favorita.
Mientras seguíamos charlando y pensando estas cuestiones veíamos como niños y mujeres se iban acostando alrededor nuestro, como se iban armando “camas” en el medio del patio. La disposición es por madres, éstas van generando los espacios de descanso (sean estas colchones, frazadas, sábanas, lonas, etc) donde se van acostando junto a sus hijos; cada cual se acuesta a la hora que quiere pero siempre busca a su madre y hermanos para hacerlo. Los hombres duermen en otro lado, quizás adentro de las viviendas, quizás en grupos de hombres, no lo sé. Nosotras como mujeres solo vivenciamos los espacios de las mujeres y los niños.
Jorge, el jefe de la comunidad en un momento me pregunta si nos vamos a quedar a dormir, le digo que no se preocupe, que nos tiramos un rato en la camioneta y acto seguido veo salir una cama de dos plazas de madera dura y colchón nuevo al medio del patio. “Esa es su cama, ustedes duermen ahí”. No hubo derecho a replica.
En medio de un montón de gente en el piso, de perros que hacían pozos al lado nuestro buscando el fresco salpicándonos con tierra la cara, de una luna inmensa que alumbraba los árboles del monte y el rancherío que nos rodeaba, de un sol rojo de un amanecer tropical…dormimos, o intentamos dormir un 23 de diciembre de calor infernal en el medio del monte formoseño, pero en familia.

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